Opinión de cualquier cosa

Cada día se ve más hipocresía, pero no entendida como el común del colectivo. “Hipocresía: f. Fingimiento de sentimientos, ideas y cualidades, generalmente positivos contrarios a los que se experimentan”. Se ve de todo, desde pobrecitos experimentos de pensadores y letrados, que no pasan de estar en un tubo de ensayo esperando el primer atisbo de luz para desparramarse en lo que ellos consideran conocimiento, cuando si al caso han leído 3 o 4 libros de cualquier cosa en su vida y el resto de tiempo lo malgastan en alardes. Hipócritas cerebrales, seres que aspiran a estar en el trono del conocimiento y no hacen más que ensuciarlo con su modo de hacer y ser.

Por suerte siguen siendo pocos los que comprenden que el verdadero saber, no es exhibicionista sino reservado, no es para alardear sino para orientar, no es descarado sino prudente. De lejos cualquiera debería percatarse que el deseo de aprender y conocer, no es sentarse a machacar el Google a diario, preguntándole cualquier cosa para luego pretender ser el centro que posee la verdad (como si estuviésemos acaso en pleno medioevo). No. Hay que nutrirse con cosas importantes que usualmente no son las que interesan al establishment y darse cuenta a diario que con cada amanecer en realidad es menos lo que sabemos y que de lo que menos sabemos es de nosotros mismos. Eventualidad que tal vez podría permitir el conocimiento del otro y del entorno que trae consigo aquellas cosas hermosas que no es necesario explicar., no hay que arruinar eso con las mariconadas de cualquiera que desee darle un Porque a todo.

También a los mentirosos los veo como hipócritas, sobre todo a aquellas personas que mienten sin necesidad, con unas mentiras tan poco elaboradas que lo crispan a uno y te hacen pensar que te toman por un tonto redomado., cuando son ellos en realidad, pobrecitos quienes carecen de la más mínima habilidad semiótica o sintáctica para hacer un engaño encomiable. No concibo a las personas que mienten sin tener que hacerlo, que maltratan la inteligencia de los demás con y por verdaderas idioteces. El mundo (o el mío, por lo menos) está plagado de ellos y por desgracia no tenemos aún un “Baygon” del todo efectivo para esa nauseabunda plaga. No me molestan los mentirosos; me molestan los malos mentirosos.

Hay otros con mentiras igual de fracasadas, pero más entrañables y sin duda de un tamaño mucho más superior. Los patrióticos, los religiosos, los escuálidos proyectos de revolucionarios y tantos otros. En el caso de los primeros he de decir que vivo, cuando menos tranquilo, en el país en que estoy. No sé que coños sea ser colombiano, ni me interesa saberlo aunque sé muy bien de las gracias que me ha proporcionado ésta tierra, pero no concibo la idea absurda y malaventurada de los que se dicen patrióticos, hacen pulular a los cuatro vientos que se hacen orgullosos de estar en el territorio que tiene el segundo mejor himno del mundo, y de estar en la tierra que ocupa un alto lugar en la lista de países más felices del mundo (que quien sabe quien eso ese estudio, debe ser el mismo que hizo el estudio del himno y jamás han aparecido).

De los demás casos prefiero no hablar (o escribir) para que no lleguen turbas encandiladas por fanatismos y producto de las cavernas.

Repugna cada vez más lo que se debe ver con mayor vehemencia al pasar de los días. Una corrupción mental producto de un letargo intelectual al que se ve expuesta una persona en el mundo de hoy, contaminada con un exceso de información lleno de su propia nada y vacío en su misma esencia. Situación que además se yuxtapone en contextos donde se desvanecen principios sociales (no digamos morales, ni éticos, ni religiosos, ni ninguna niñería de esas) que de una u otra forma mantienen un orden., orden que existe independiente a la corrupción y al disparate propio e inherente a cada quien.